LEONARDO DA VINCI
Pintor, escultor y arquitecto italiano, nacido en el castillo de Vinci, cerca de Florencia, en 1452y
muerto en el castillo de Clou, cerca de Amboise (Francia), el 2 de mayo de 1519. Fue hijo natural
de Pedro de Vinci, que en 1484 era notario de Florencia. Se ignora el nombre de su madre.
Mostr� desde su ni�ez Leonardo singular aptitud para las artes del Dibujo, las Matem�ticas y la
M�sica. Los dibujos que hizo a su antojo, libre de toda influencia, mostraban ya tal habilidad, que
su padre hubo de ense��rselos a Verocchio, quien, sorprendido, acept� de buen grado la misi�n
de dirigir a un disc�pulo de tales esperanzas. Lejos de imponer Verocchio al joven sus
procedimientos y su manera de ser las cosas, se limit� a darle �nimos para sus propias tentativas.
Bien pronto Leonardo adquiri� una seguridad de mano y una facilidad para el trabajo que le
permitieron prescindir de las lecciones de su maestro, cuyo estudio hab�a dejado sin duda en
1472. Antes de esta fecha hab�a producido ya algunas pinturas que se conservan. No mucho
tiempo despu�s ejecut� admirables obras: La adoraci�n de los magos, de la Galer�a de los Uffici
(Florencia), y la Virgen, del Museo del Louvre. La primera no es en realidad m�s que un boceto
la segunda una obra acabada con el mayor cuidado. Cediendo a los deseos de Luis el Moro, sali�
de Florencia para Mil�n. Vasari refiere que la primera vez que el artista apareci� ante Luis Sforza
fue en una fiesta que daba el duque, y agrega que Leonardo se present� con una lira, obra de sus
manos, de la que sac� sonidos tan melodiosos que obtuvo las felicitaciones de todos sus oyentes,
entre los que hab�a muchos m�sicos. Expl�case la recepci�n espl�ndida que obtuvo de Luis
teniendo en cuenta la variedad de su talento y su reputaci�n, ya inmensa en aquella �poca. Una
carta del artista, que hasta nosotros ha llegado, dirigida al duque de Mil�n, relata extensamente
sus invenciones al declarar que sabe hacer pontones muy ligeros de f�cil transporte �
incombustibles; destruir por completo una plaza fuerte si no est� construida sobre la roca;
fabricar bombardas de gran efecto; trazar h�biles caminos para llegar en silencio hasta el
enemigo, etc., etc. Se ha dicho que fue llamado a Mil�n para presidir una academia que
comprend�a todo lo referente a Ciencias y Bellas Artes. Es lo cierto que desde su llegada a dicha
ciudad trabaj� activamente a favor de aquella instituci�n, y puede creerse que por la misma �poca
redact� algunos de los manuscritos suyos que se conservan. Por encargo de Luis Sforza pint� una
Natividad de Jes�s, cuyo paradero se ignora. No se juzgan anteriores a 1490, varias de sus
pinturas, como el retrato de la amante del duque, Cecilia Gallerani, del cual existe una copia en el
Museo de Brera (Mil�n); una Virgen con el Ni�o Jes�s, que hace pocos a�os en Inglaterra
formaba parte de la colecci�n Davenport-Bromley, y los retratos de Luis el Moro y de su mujer
Beatriz, �ste en la Galer�a Ambrosiana de Mil�n. Estuvo Leonardo encargado (1489) de las
decoraciones hechas con motivo del casamiento de Juan Galeazo Sforza con Isabel de Arag�n;
trabaj� (1491) en el Duomo de Mil�n, e hizo (1493) el segundo modelo para la estatua ecuestre
de Francisco Sforza, importante trabajo destruido en 1499 por las tropas de Luis XII de Francia, y
que dio al artista ocasi�n para redactar un Tratado completo de la anatom�a del caballo, obra
manuscrita que tuvo la misma suerte que la estatua. Esta, si hemos de creer a varios bi�grafos,
necesit� para su fundici�n 200000 libras de bronce. Leonardo, despu�s de haber trazado al pie del
Calvario, que pint� Montorfani, las figuras, hoy ya borradas, de Luis el Moro, Beatriz de Este y
sus hijos, emprendi� la obra m�s importante de su vida, la Cena, del refectorio de Santa Mar�a de
las Gracias, que es acaso, escribe Jorge Duplessis, la mejor obra de la pintura. Esta composici�n
bien conocida por la c�lebre estampa de Rafael Morghen, preocup� al artista mucho antes de
1497, a�o en que empez� a pintarla. Queriendo expresar de un modo exacto en su obra las
sensaciones diversas que experimentan los Ap�stoles cuando el Maestro les anuncia que uno de
ellos le har� traici�n, Leonardo estudi� con calma todos los aspectos de la fisonom�a humana, y
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traz� no pocos dibujos como preparaci�n para su obra, en la que agot� los recursos de su peculio,
y que se halla en bastante mal estado. La Cena produjo a su aparici�n el asombroso efecto de que
da idea el hecho de conservarse a�n m�s de 20 copias casi contempor�neas del original. Tal es el
cuadro atribuido a Marcos de Oggione, en la iglesia de San Bernab� de Mil�n. �El m�rito
eminente de esta composici�n, ha dicho Delecluze, lo que le dio una importancia prodigiosa
cuando apareci�, es la profundidad y verdad con que se pintan las pasiones del alma en los
semblantes de los Ap�stoles, y la gradaci�n delicada y reflexiva con que el pintor se elev� desde
los rasgos bajos y repulsivos de Judas hasta la dulzura ang�lica de San Juan y hasta la divinidad
de Cristo. Antes de Leonardo da Vinci, ning�n artista moderno hab�a expresado esta gama
ascendente y descendente de la belleza en la forma, haciendo de ella el signo visible en que se
manifiestan la inteligencia, los movimientos del coraz�n y la elevaci�n del alma.�
Las copias antiguas de la Cena dan imperfecta idea de esta original pintura que puede ser juzgada
por algunos estudios del mismo artista conservados en el Museo del Ermitaje (San Petersburgo),
y por el dibujo de la Cabeza de Cristo que posee el Museo de Brera. Otros dos dibujos de la
misma cabeza se hallan en la Galer�a Ambrosiana. La Cena estaba terminada en 1499. Leonardo
permaneci� en Mil�n a la entrada de los franceses (septiembre de 1499); pero convencido de la
indiferencia de los vencedores por su talento, regres� a Florencia (1500) con su disc�pulo
favorito, Salai, y con su amigo Lucas Pacioli. Bien acogido por el gonfaloniero Pedro Sonderini,
que le concedi� una pensi�n anual, traz� varios proyectos para hacer navegable el Arno, y luego,
volviendo a la Pintura, ejecut� tres obras admirables que en Par�s se conservan el Museo del
Louvre: Retrato de Mona Lisa, llamada vulgarmente La Gioconda; Retrato de Ginevra de
Amerigo Benci y La Virgen en las rodillas de Santa Ana. Madrid (Museo del Prado), Munich,
Londres, San Petersburgo, Roma, Florencia, guardan copias de La Gioconda, pintura cuya cabeza
tiene indefinible encanto, y cuya reproducci�n es dificil�sima para el m�s h�bil artista. En el
Museo de Parma hay una Cabeza de la Virgen tambi�n atribuida a Leonardo. Este fue nombrado
(1502) por C�sar Borgia, arquitecto e ingeniero de sus Estados. Despu�s de haber recorrido
Toscana para inspeccionar los trabajos que se hac�an por mandato del duque, especialmente la
canalizaci�n del Arno en las cercan�as de Pisa, volvi� a Florencia, en la que permaneci� algunos
meses, durante los cuales perdi� a su padre (1504). Muy poco despu�s de este suceso, que le
dejaba solo, se traslad� probablemente a la Italia central. Ninguna huella de su paso se descubre
en Roma antes de aquel tiempo.
Es, sin embargo, evidente que en la ciudad de los Papas residi� una temporada, pues lo acredit�
el soberbio fresco de La Virgen y el donatario, en San Onofrio. C�lebre es tambi�n su trabajo de
1501 a 1505 para representar La batalla de Anghiari, trabajo que no termin� y hoy conocido en
parte por un poco fiel grabado de Gerardo Edelinck, en el que se ve uno de los grupos principales
llamado Los cuatro caballeros. A Vinci se debieron, no mucho m�s tarde, los modelos de las tres
estatuas de la puerta septentrional del baptisterio de Florencia, fundidas en bronce por Francisco
Rustici. No bien se termin� la obra, Leonardo pas� a Mil�n (1507), y entonces trab� amistad con
el Mariscal Chaumont. Como Soderini le recriminase en sus cartas por no terminar La batalla de
Anghiari, Vinci le devolvi� las cantidades que a cuenta hab�a recibido, las cuales el gonfaloniero
no quiso tomar. En adelante Leonardo rara vez visit� Florencia. No obstante, en ella, de 1506 a
1507, pint� dos cuadros que tiene el Louvre: San Juan Bautista y Baco, y dos Madonas, que han
desaparecido. Hizo (1507) su retrato, bell�simo lienzo que est� en la Galer�a de los Uffizi, y que
basta para apreciar su organizaci�n maravillosa. Escribi� luego (1508) su tratado Sobre el Canal
de Martesana, y no cogi� los pinceles hasta haber acabado el dep�sito del Canal de San Crist�foro.
Al a�o siguiente, en la casa de campo de su amigo Melzi, con la ayuda de �ste, pint� (1509)
un fresco muy notable, hoy en parte destruido, cuyo asunto era La Virgen con el Ni�o Jes�s. En
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la misma �poca, seg�n una hip�tesis muy aceptable, dibuj� una Leda, encantadora figura
popularizada en el siglo XIX por un grabado de Leroux. La pintura original de esta Leda no es
conocida, pero s� un dibujo, que se halla en la colecci�n particular de la reina de Inglaterra. Por
efecto de la muerte de su t�o, Francisco de Vinci, volvi� a Florencia el artista 1511 para iniciar un
pleito contra sus hermanos; pero march� a Mil�n al cabo de pocos meses. Acaso entonces pint�
en dicha �ltima ciudad el retrato de Maximiliano Sforza. Estuvo en su patria despu�s de la derrota
de los franceses en Novara, y de Florencia parti� (24 de septiembre de 1514) con Juli�n de
M�dicis, que iba presenciar la consagraci�n de Le�n X. Recibido con frialdad en Roma, sinti�
herido su amor propio y sali� de Italia (1514). Asisti� luego en Mil�n a las fiestas dadas en honor
de Francisco I, con quien pas� a Francia, y con su amigo Melzi se estableci� en el castillo de
Clou, cerca de Amboise, consagrando sus �ltimos d�as a buscar el medio de dotar de un canal a
Sologne, regi�n francesa. El testamento del gran artista, publicado por Amoretti, le muestra
perfecto cat�lico y lleno de gratitud para sus hermanos, amigos y servidores. Melzi hered� todos
los manuscritos de su amigo, hoy en su mayor parte propiedad de Francia, y de los que se da
noticia ya en la Memoria de J. R. Venturi (1797), ya en la Historia de las ciencias matem�ticas
en Italia (t. III), por Libri, ya en Le Cabinet de l'Amateur, (1862, p�g. 49-66). Los sabios hallan
en los manuscritos de Vinci un genio excepcional, m�ltiples conocimientos y el germen de
descubrimientos muy posteriores. No est� resuelta la cuesti�n de si Leonardo hizo o no grabados.
Los mejores cr�ticos est�n por la afirmativa. Se ha dicho que son suyos los grabados en madera
de la Divina proportione de Lucas Pacioli. Se le atribuyen con m�s fundamento, y por otros a su
maestro Verocchio, tres Cabezas de caballos, grabados que se guardan: uno en el Gabinete de
Estampas de Par�s, otro en la Ambrosiana de Mil�n, y el tercero en la biblioteca particular de la
reina de Inglaterra. He aqu� ahora el titulo de la versi�n castellana de una obra de Leonardo: El
tratado de la pintura, de Leonardo de Vinci, y los tres libros que sobre el mismo arte escribi�
Le�n Bautista Alberti, traducidos e ilustrados con notas por D. Diego A. Rej�n de Silva (Madrid,
1827, en fol. menor), con l�minas.
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